Base teórica de la Homeopatía


La homeopatía sostiene que los mismos síntomas que provoca una sustancia nociva en una persona sana pueden ser curados por un remedio preparado con la misma sustancia , siguiendo el principio enunciado como "similia similibus curantur" o lo similar se cura con lo similar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         





El concepto homeopático de enfermedad difiere del de la medicina convencional: considera que la raíz del mal es espiritual en vez de física, y que el malestar se manifiesta primero con síntomas emocionales (como ansiedad y aversiones), pasando a ser, si no se tratan a tiempo, síntomas mentales, conductuales y por último físicos.

Como resume G. Weissmann, para Hahnemann la enfermedad no es causada por ningún agente físico discreto, sino por la falta de armonía con la "fuerza vital".

La Materia Médica Pura es un listado de síntomas asociados a sustancias.
Se redactó empíricamente mediante ensayos homeopáticos. Por ejemplo, el investigador bebe una dosis tóxica de la sustancia y anota todos los síntomas físicos, mentales, emocionales y de comportamiento que padece. La sustancia, convenientemente preparada, será empleada en adelante para tratar esos mismos síntomas. El repertorio homeopático, la Materia medica, es un listado de remedios y síntomas recopilado de esta forma, y utilizado para identificar el remedio más apropiado para cada caso. James Tyler Kent, que publicó su repertorio en 1905, recoge unos 700 remedios diferentes. En la actualidad, se usan cerca de 3.000 remedios distintos en homeopatía, de los cuales 150 se consideran de uso común.
 

La preparación de los remedios homeopáticos, conocida como dinamización o potenciación, consiste en una serie de diluciones seguidas de agitaciones, diez fuertes sacudidas contra un cuerpo elástico tras cada proceso de dilución. Se cree que la vigorosa agitación que sigue a cada dilución transfiere parte de la esencia espiritual de la sustancia al agua. El factor de dilución de cada etapa es, tradicionalmente de 1:10 (potencia D o X) o de 1:100 (potencia C), aunque recientemente se han realizado potencias LM (factor de dilución de 1:50.000 en cada etapa).

La elección de la potencia prescrita depende de cuán asentada esté la enfermedad diagnosticada, siendo 12 el punto de partida típico para males agudos, y 30 para males crónicos. El factor de dilución se considera mucho menos importante que el número de diluciones sucesivas. Las potencias D son, por lo general, las preferidas en Europa, mientras que las C prevalecen en EEUU e INDIA.

 


La dilución 

La homeopatía define la potencia de sus remedios de acuerdo al número de diluciones: cuanto más diluidos estén, más potentes son. El proceso de dilución se llama potenciación. La potencia es un número entero, de modo que cuanto más alto sea el número, la dilución es mayor. 30×, por ejemplo, está más diluido (por lo tanto, de acuerdo con la homeopatía, es más potente) que 10×. Esto contrasta con la medicina convencional y la bioquímica, que dicen que cuanto más ingrediente activo esté presente en un medicamento más fuertes serán los efectos fisiológicos (positivos y negativos).

Algunos defensores de la homeopatía creen que mientras las diluciones más bajas tienen mayor efecto fisiológico, las diluciones más altas presentan mayores efectos en el plano mental o emocional. Incluso los críticos están de acuerdo en que un mayor factor de dilución probablemente presenta ventajas a la hora de vender el preparado, puesto que asegura su inocuidad.

Gran parte de la controversia en torno a la homeopatía se centra en el mecanismo por el que supuestamente actúan estas sustancias tan diluidas. Los críticos afirman que las preparaciones homeopáticas están tan diluidas que difícilmente pueden contener alguna cantidad de la sustancia diluida, esto es, no hay moléculas de la sustancia «activa» en las diluciones más «potentes». Por otro lado, los defensores de la homeopatía dicen que el mecanismo es irrelevante, porque funciona; citan el ejemplo de la aspirina, que se ha utilizado durante años sin saber cómo actuaba. Los críticos responden que hay una diferencia fundamental entre no entender el mecanismo de una medicina probada, y no encontrar ningún mecanismo para un preparado de eficacia no probada. Mientras tanto los estudios no logran despejar la controversia, porque la ausencia de efectividad comprobable suele ser achacada por los partidarios a la supuesta inadecuación de los métodos de ensayo clínico a la homeopatía, que atendería casos únicos y no problemas parametrizables, el tipo que puede investigarse científicamente. El fracaso es completo también en intentar proponer un mecanismo de acción que concilie las afirmaciones de la homeopatía con los conocimientos actuales de física, química y biología, con los que son incompatibles.

 


Historia de la homeopatía 

Pintura alegórica de Alexander E. Beideman (1857) mostrando el horror con que la Homeopatía y Samuel Hahnemann contemplan a la medicina de la época.
Pintura alegórica de Alexander E. Beideman (1857) mostrando el horror con que la Homeopatía y Samuel Hahnemann contemplan a la medicina de la época.

La homeopatía fue propuesta como un nuevo método terapéutico, de tratamiento de enfermedades, por el médico alemán Samuel Hahnemann (1755 - 1843) que lo concibió entre los últimos años del XVIII y los primeros del XIX, publicando la primera edición de su obra magna, , en 1810. Lo ofreció como respuesta a la terapéutica predominante en la época, identificada por él como sistema alopático o alopatía, por contraposición a su propio sistema. Aunque ramas del saber médico como la anatomía y la fisiología habían dado importantes pasos para convertirse en científicas, sobre todo desde el Renacimiento, la terapéutica seguía siendo dominada por las enseñanzas de Galeno, y se venía tratando a los mediante medidas extremas, como purgantes, eméticos (vomitivos) y, sobre todo, sangrías, la extracción deliberada de sangre, a menudo hasta el límite del desmayo. Una evaluación, con los conocimiento actuales, de esta etapa de la historia del arte terapéutico, lleva a la conclusión de que los médicos estuvieron haciendo más mal que bien durante esos casi dos mil años. La propuesta de Hahnemann resultaba mucho más benigna, porque desde el principio propuso la utilización de preparaciones muy diluidas, aunque no tanto como las que se han venido usando después, precisamente para evitar los efectos negativos.

Desde mediados del siglo XIX la terapéutica normal empezó a ser penetrada por los resultados de la investigación científica, sobre todo los de la biología y la química, identificando la causa de muchas enfermedades como resultado de agentes infecciosos, y empezando a examinar estadísticamente los datos epidemiológicos. El desarrollo de métodos estadístico y experimentales, como la prueba controlada aleatoria, para la evaluación de las medidas terapéuticas, ha alejado a la medicina del siglo XX, al menos la que se enseña en las facultades universitarias, del estado de cosas que conoció Hahnemann. En contra de los reproches de éste, ni entonces ni ahora, los recursos terapéuticos se buscan entre los que provocan síntomas opuestos a los del paciente, que es lo que significa alopatía. Sin embargo, en Estados Unidos los médicos no homeópatas aceptan sin problemas esta expresión para su propia práctica, sin preocuparse de su significado.

 

Vida de Samuel Hahnemann 

Hahnemann abandonó en 1784 el ejercicio de la medicina, desencantado por lo que veía como un esfuerzo inútil o contraproducente, a pesar de la aceptación acrítica de la mayoría de sus contemporáneos, y se dedicó durante un tiempo a la traducción. Ocupándose de una obra del escocés W. Cullen, encontró en ella motivos de desacuerdo respecto a la explicación de las virtudes de la quinina, y emprendió sus propias investigaciones, como era frecuente en la época, sobre él mismo. Observó que los síntomas provocados por la ingestión de quinina coincidían con los de las fiebres palúdicas para las que estaba indicada, aunque se ha deducido de sus anotaciones que el debía ser hipersensible. Esta constatación le inspiró la interpretación de que «aquello que puede dar lugar a un conjunto de síntomas en un individuo sano, puede curar a uno enfermo que presente ese mismo conjunto de síntomas», recuperando un viejo principio, similia similibus curantur (lo semejante se cura con lo semejante), en una generalización que es el fundamento de la terapéutica hahnemanniana.

La ciencia moderna considera que, aunque la formación de la hipótesis fue racional, es de hecho falsa. Actualmente la investigación terapéutica se basa en el rastreo de las propiedades biológicas de las sustancias con sistemas simplificados, como cultivos de tejidos, y en la investigación biuológica de los mecanismos moleculares y celulares, normales y patológicos, de las funciones biológicas. No importa si el tratamiento induce síntomas iguales (homeopáticos), distintos (alopáticos) u opuestos (antipáticos). Tampoco se excluyen el uso del mismo agente patológico (recursos isopáticos), como en la aplicación de vacunas. Lo único que importa es la verificación objetiva de los efectos, tanto terapéuticos como secundarios.

Fuente: Wikipedia.



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