La Base Moral del Vegetarianismo
Por Mohandas Karamchand (Mahatma) Gandhi
De European Vegetarian Union News, Número 1/1998
Discurso de Gandhi en una Reunión Social organizada por la Sociedad Vegetariana de Londres, el 20 de noviembre de 1931.
Señor Presidente, Compañeros Vegetarianos y Amigos,
No tengo que decirles que tan complacido estuve cuando recibí la invitación para estar presente en esta reunión, porque reviví viejos recuerdos y agradables reminiscencias de amistades establecidas con vegetarianos. Me siento especialmente distinguido al encontrar a mi derecha al Señor Henry Salt. Fue el libro del Señor Salt, "Una Petición por el Vegetarianismo", el que me mostró porqué aparte de un hábito heredado y de una sugerencia impartida por mi madre, tenía razones para ser vegetariano. Me enseñó porqué era un deber moral concerniente a los vegetarianos el no vivir por la muerte de nuestros amigos los animales. Por tal motivo, para mí es de mucho agrado tener al Señor Salt entre nosotros.
No pretendo ocupar su tiempo expresándoles mis experiencias con el vegetarianismo, ni quiero hablarles de la gran dificultad que enfrenté en el propio Londres para permanecer firme en él, pero sí me gustaría compartir con ustedes algunos de los pensamientos que he desarrollado en relación con éste. Hace cuarenta años solía mezclarme libremente con vegetarianos. En ese momento había apenas un restaurante vegetariano en Londres que no había visitado. Y me propuse, por curiosidad, y para estudiar las posibilidades del vegetarianismo y de los restaurantes vegetarianos en Londres, visitar cada uno de ellos. Naturalmente, entré en estrecho contacto con muchos vegetarianos. Me di cuenta, en las mesas, que la conversación trataba en su mayor parte sobre la alimentación y las enfermedades. También pude ver que los vegetarianos que se esforzaban para mantenerse en su vegetarianismo, encontraban muy difícil hacerlo desde el punto de vista de la salud.
No sé si hoy en día ustedes tengan ese tipo de debates, pero yo acostumbraba a asistir en esa época a discusiones sostenidas entre vegetarianos, y entre vegetarianos y no-vegetarianos. Recuerdo un debate semejante, entre el Dr. Densmore y el fallecido Dr. T. R. Allinson. En ese entonces, los vegetarianos tenían el hábito de hablar nada más que de la alimentación y las enfermedades. Siento que esa es la peor manera de ocuparse de este asunto. También veo que aquellas personas que se vuelven vegetarianas porque están padeciendo de alguna enfermedad o algo similar –es decir, solamente desde el punto de vista de la salud–, son las que se retiran en mayor medida. Descubrí que para permanecer firme en el vegetarianismo, un hombre requiere una base moral.
Para mí, ese fue un gran descubrimiento en mi búsqueda de la verdad. A temprana edad, en el curso de mis experimentos, me di cuenta que una base egoísta no serviría para conducir a un hombre hacia lo más alto en los caminos de la evolución. Lo que se requería era un propósito altruista. También me di cuenta que la salud no era un monopolio exclusivo de los vegetarianos. Encontré que muchas personas no se inclinaban hacia una u otra dirección, y que los no-vegetarianos mostraban, generalmente hablando, una buena salud. Igualmente pude observar que para algunos vegetarianos era imposible seguir siéndolo porque habían hecho de la comida un fetiche y porque pensaban que volviéndose vegetarianos podrían comer tantas lentejas, judías, frijoles y queso como quisieran. Por supuesto, aquellas personas posiblemente no podrían mantener su salud.
Observando a lo largo de estas líneas, me percaté que un hombre debe comer con moderación y de vez en cuando ayunar. Ningún hombre o mujer comió realmente con moderación o consumió simplemente aquella cantidad que el cuerpo requiere y nada más. Fácilmente caemos víctimas de las tentaciones del paladar, y por consiguiente, cuando algo sabe delicioso, no nos importa tomar uno o dos bocados más. Pero ustedes no pueden mantener la salud bajo esas circunstancias. Por lo tanto, descubrí que para mantener la salud, sin importar lo que comieran, era necesario reducir la cantidad de alimento y el número de comidas. Vuélvasen moderados, fallen en el lado de lo menos, en vez de en el lado de lo más. Cuando invito amigos a participar de mis comidas, nunca los presiono para que tomen algo, excepto lo que ellos exijan. Al contrario, les digo que no tomen algo si no lo quieren.
Lo que quiero que comprendan, es que los vegetarianos necesitan ser tolerantes si quieren convertir a otros al vegetarianismo. Tengan un poco de humildad. Debemos apelar al sentido moral de las personas que no están de acuerdo con nosotros. Si un vegetariano se enfermara, y un doctor le prescribiera caldo de carne, entonces no lo llamaría un vegetariano. Un vegetariano se hace de un material más fuerte. ¿Por qué? Porque es para la edificación del espíritu y no del cuerpo. El hombre es más que carne. El espíritu del hombre es lo que nos interesa. Por lo tanto, los vegetarianos deberían tener esa base moral –que un hombre no nació como un animal carnívoro, sino que nació para vivir de las frutas y las hierbas que la tierra produce. Sé que todos debemos cometer errores. Yo dejaría la leche si pudiera, pero no puedo. Lo he intentando cientos de veces. Después de una seria enfermedad no pude recobrar mis fuerzas a menos que volviera a tomar leche. Ésa ha sido la tragedia de mi vida. Pero la base de mi vegetarianismo no es física, sino moral. Si alguien dijera que voy a morir si no como caldo de carne o carne de cordero, incluso por consejo médico, preferiría morir. Ésa es la base de mi vegetarianismo.
Me encantaría pensar que todos aquellos que nos auto-nombramos vegetarianos, deberíamos tener esa base. Había miles de carnívoros que no siguieron comiendo carne. Debe haber una razón clara para que hagamos ese cambio en nuestras vidas, para adoptar hábitos y costumbres diferentes a los de la sociedad, aunque a veces ese cambio pueda molestar a aquellos que están más cerca y que son más queridos por nosotros. Por nada del mundo deberían sacrificar un principio moral. Por consiguiente, la única base para tener una sociedad vegetariana y para proclamar un principio vegetariano es, y debe ser, una base moral. No voy a decirles, según lo que he visto y he recorrido por el mundo, que los vegetarianos, en general, disfruten de una mejor salud que los carnívoros. Pertenezco a un país que en su mayoría es vegetariano por hábito o por necesidad. Por lo tanto, no puedo declarar que eso demuestre una mayor resistencia, un mayor ánimo, o una mayor inmunidad contra las enfermedades, ya que eso es algo particular y personal. Requiere obediencia, y una escrupulosa obediencia, a todas las leyes de higiene.
De hecho, pienso que lo que los vegetarianos deben hacer es no destacar las implicaciones físicas del vegetarianismo, sino observar las implicaciones morales. Aunque no nos hemos olvidado todavía que tenemos muchas cosas en común con los animales, no tenemos lo suficientemente en cuenta que hay ciertas cosas que nos diferencian de ellos. Por supuesto, tenemos como animales vegetarianos a la vaca y el toro –los cuales son mejores vegetarianos que nosotros– pero hay algo mucho más noble que nos llama al vegetarianismo. Por consiguiente, pensé que durante los pocos minutos que tendría el privilegio de hablarles, daría énfasis solamente a la base moral del vegetarianismo. Y diría que he comprobado por mi propia experiencia, y por la experiencia de miles de amigos y compañeros, que ellos encuentran satisfacción, hasta donde concierne al vegetarianismo, de la base moral que han escogido para mantenerlo. En conclusión, les agradezco a todos por venir aquí y permitirme ver personas vegetarianas cara a cara. No puedo decir que solía reunirme con ustedes hace 40 o 42 años. Supongo que los rostros de la Sociedad Vegetariana de Londres han cambiado. Hay muy pocos miembros que como el Señor Salt, pueden afirmar que su relación con la Sociedad se extiende por más de 40 años.
El Señor Henry S. Salt fue Maestro Auxiliar en Eaton entre 1875 y 1884, Secretario Honorario de la Liga Humanitaria entre 1891 y 1919. Ha sido vegetariano por más de 50 años, y nunca ha tenido razón para dudar de la superioridad de esta dieta. Tenía ochenta años en el momento del discurso de Gandhi, y era una escritor cuya opinión de la actual "civilización" puede apreciarse en el título de su libro "Setenta años entre Salvajes".
Traducido al español por Diego Alejandro Muñoz: diegoam@flashmail.com